1.10.10

Comentario de Alfredo Vignolo

CON MOTIVO DEL DÍA DEL PERIODISTA, EL COLEGA ALFREDO VIGNOLO NOS HIZO LLEGAR ESTA SEMBLANZA A SU PADRE DON ALFREDO VIGNOLO.

Por: C. Alfredo Vignolo G. del V.
Periodista

El Día del Periodista es una fecha dedicada a quien tiene la enorme responsabilidad de ofrecer la noticia y hacer efectivo el Derecho a la Información, así como la inalienable facultad de opinar. El Periodismo, como tal, no es sólo información, sino también docencia. Es un Día de reafirmación vocacional y de recuerdo a la memoria de quienes honraron nuestra querida profesión; entre ellos está mi padre Alfredo Vignolo Maldonado, quien egresó con la Primera Promoción de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica del Perú, él tenía el Primer Título de Periodista Profesional otorgado en el país por dicha Universidad, fue catedrático durante más de 25 años en la misma Escuela de Periodismo, ejerciendo el periodismo durante casi 60 años.

Que rápido ha pasado el tiempo, si parece que fue ayer cuando por última vez besé su frente y apreté mis manos con las suyas, poco antes que entrara en la quietud Eterna. Tenían la mansedumbre de palomas cansadas y la arrogancia enhiesta, igual que cuando las veíamos traqueteando la antigua máquina de escribir Rémington, que siempre sonaba en el escritorio de la casa y que hoy sólo repica silenciosa en nuestras mentes, en el recuerdo ido. Mi padre no está físicamente con nosotros, lo llevamos en nuestro corazón, mente y pensamiento, como una presencia latente y permanente, por todo lo que él fue, como padre, esposo, abuelo y amigo.

Su palabra siempre fue muy cauta, franca y docta, tanto que traslució perfectamente su pensamiento, sin remiendos ni ocultación. La tarea magisterial en la que estuvo embebido por más de medio siglo, es la más rica y vasta fuente testimonial de su notable personalidad y entrega hacia los demás. Así fue mi padre a quienes familiares, amigos y exalumnos le rendimos meritísimo homenaje por su dedicación al Periodismo y por el aporte que ofrendó durante más de medio siglo de constante enseñanza humanista,

Él ha muerto, en fase insoslayable de su destino. Pero allí está su espíritu en cada libro, en cada artículo que escribió, auténtico, inconfundible, en la obra que lo perenniza por siempre, como antorcha del periodismo decente y ético que perdurará en el tiempo conmigo y con mi hijo Francesco, en las tres generaciones de Vignolo periodistas, pero jamás podremos ser más de lo que él fue, un apóstol del Periodismo.

Ya no lo vemos más en el escritorio de la casa leyendo algún libro con el fiel “Negro”, su engreído o en el jardín de la “chola”, como le decía a mi madre, el amor de toda su vida y que compartió casi por medio siglo, ya no comeremos ravioles o lasagñas y tomaremos vino tinto en una tarde cualquiera, rodeados de lo primordial y básico que es la familia; desde su cúspide de gloria continuó sencillo, generoso, modesto, dueño de una sola ambición, colmada: escribir sin tregua.

Mi padre fue llamado un 14 de noviembre del 2007. Sus ojos como el de mi nieta Fiorella que despedían destellos esparcían afecto, amor, bondad, sencillez, ternura y franqueza con cada palabra que brotaba de sus labios, se cerraron inexorablemente para siempre, en ese sueño de ensueño que es la muerte, para estar a la diestra del Señor. Murió pobre, pero feliz, porque nunca quiso ser rico. Él tenía la riqueza adentro, en sí mismo; era la riqueza que le saciaba con esplendidez: escribir, dictar clase, enseñar, era su arte, el regocijo espiritual que disfrutaba y compartía y que es deber mío y de mi hijo Francesco y los hijos de mis hijos continuar en esta brega generacional de mantener el apellido ligado al Periodismo, por el sendero de la docencia y la decencia.

Mi padre fue un hombre de paz, concordia y tolerancia, cualquiera sea el acontecimiento que ocurra. Pensó y actuó en sintonía perfecta con su conciencia, buscando el equilibrio que asegure el deber ser, el resplandor de la razón, la necesaria armonía y el valor de la justicia.

Juan Gargurevich, docente del Departamento de Comunicaciones de la PUCP al referirse a mi padre ha sostenido que: “Era un verdadero cruzado del periodismo decente y será difícil reemplazarlo, tuvo una larga vida de profesional como abogado, relacionista público, profesor universitario pero era por sobre todo periodista. Y a esta vocación unía una obsesión que proclamaba con tenacidad: la ética periodística. Su saludable obsesión por el tema lo llevó a componer un Código de Ética Periodística que ofreció a las instituciones del gremio, como el Colegio de Periodistas, pero sería la Federación de Periodistas del Perú la que lo adoptaría. Los periodistas se reunieron en el 2001 para su XXII Congreso Nacional y acordaron llamarlo Alfredo Vignolo Maldonado, una distinción más de la larga lista de reconocimientos que recibió. Pero el mejor homenaje que le hicieron fue la adopción, repetimos, de su Código de Ética”.

Alfonso Grados Bertorini en el prólogo del libro sobre “Ética Periodística” ha afirmado que: “Es un Código de Vida, macerado a lo largo de una experiencia de periodista y de maestro que puede exhibir la identificación entre Libertad y Verdad en un concepto que cada quien reclama para sí, pero que muy pocos no tendrán que reclamarlo porque ya les fue conferido: Dignidad. Honrados por su ejemplo, deberíamos los periodistas proponernos que se instituya, con su nombre, una distinción de honor, “A la Dignidad Periodística”, a quienes hayan demostrado merecerlo”.

El Maestro Vignolo, como lo llamaban todos, ya no existe. Quienes permanecen en el recuerdo y en el corazón de los que tanto lo quisieron, no han muerto, sólo viven en la cercana lejanía... Pero su ejemplo y su recuerdo lo tienen presente al lado de sus obras y alientan a todas las promociones que egresaron de la Escuela de Periodismo de la Católica, de las cuales hay muchos periodistas quienes ejercen con dignidad, conscientes de ser dueños de una responsabilidad cuyo valor más grande está en el respeto a los principios supremos, a la sociedad y a aquello sin lo cual no puede haber nada bueno: la libertad honrosamente aplicada al escribir o al pronunciar una palabra; como bien decía “La Prensa no es el Cuarto Poder del Estado, sino el Primer Poder de los pueblos libres”.

Quienes nunca olvidaremos al que fue esposo, padre, abuelo, bisabuelo, amigo ejemplar y noble guía, seguiremos el halo de su tránsito, detenido abruptamente con aquella partida imprevista y prematura en noviembre del 2007, en nombre propio y de todos los que tanto lo quisieron, depositamos una oración y por qué no, una lágrima varonil como simbólica flor inmarchitable…